Un año más, vuelvo con una de estas recopilaciones de aspectos culturales relacionados con la Vespa. No es una obligación autoimpuesta, simplemente surgen porque, sin comerlo ni beberlo, uno se topa en la vida con anécdotas, hechos o connotaciones de tipo cultural que están relacionadas con la Vespa ya que ella, esto es algo que cada día tengo más claro, ha superado con creces el mero concepto de una moto más, para haberse erigido en icono sociocultural.
Los negocios del yernísimo.
El escritor Jesús Gallego, autor de Herencia, contaba en una entrevista en Radio 3 (sábado 22 de marzo de 2025) que el Marqués de Villaverde, yerno de Franco, hacía de hábil y eficaz conseguidor para proyectos empresariales que quisieran hacerse con licencias de importación para España durante el franquismo, razón por la cual el marqués se hizo hueco en unos cuantos consejos de administración. Por lo visto (esta cuestión no quedó del todo bien precisada en sus comentarios) el éxito de ventas de Vespa durante los primeros años de su aparición en España se produjo por importación a través de varios agentes diferentes, erigiéndose el de Villaverde como uno de ellos. El pueblo llano, siempre atento, sagaz e irónico, convirtió la palabra Vespa en acrónimo, adjudicándole el siguiente significado: Villaverde Entra Sin Pagar Aranceles (o Aduana, según qué versiones). También, según el blog diariodelaire, corrió por ahí el apelativo de Marqués de Vespaverde (concordante con el que entonces era el color más habitual en las Vespa de la época). Imagino que el resto de importadores sí que los abonaban.
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Vespa desfilando con pilotaje torero en la cabalgata de Reyes de Madrid en 1953. (Imagen: diariodelaire.blogspot). |
Rally de Montecarlo.
A principios de los años sesenta, el excampeón de esquí alpino Jean Vuarnet (en realidad más famoso por ofrecer su apellido como nombre de marca de unas míticas gafas de sol que causaron furor en el mundo del esquí, así como en la moda de la época al ser utilizadas por personajes populares como Alain Delon, Romy Schneider o Mick Jagger) estaba enfrascado en el desarrollo de una estación de esquí revolucionaria: Avoriaz y, consiguientemente, el que acabaría siendo uno de los más extensos dominios esquiables, Les Portes du Soleil. Cuando andaban instalando los primeros remontes mecánicos, surgieron y se acumularon algunos problemas técnicos y financieros. La solución llegó en 1962 con la incorporación de nuevos inversores. Uno de ellos fue Gérad Brémond, un promotor inmobiliario que posteriormente creó Pierre et Vacances (uno de los principales mayoristas inmobiliarios de los Alpes franceses). Otro fue Jean Gerbault, patrón de Vespa France. La presencia de este último, además de inyección económica, aportó prestigio empresarial y financiero, haciendo que el proyecto adquiriera garantías y más inversores. He estado esquiando un par de veces en Avoriaz, y es de esas estaciones a las que tengo verdaderas ganas de regresar.
Apenas tres años antes, en 1959, Vespa participó en el Rally de Montecarlo. Hay que resaltar que estamos hablando de una época en la que dicho rally era, con diferencia, el más importante del mundo, en la que todavía no había Campeonato Mundial de Rally y en la que, entonces, en muchos deportes, eran más importantes determinadas competiciones singulares que campeonatos formados por conjuntos de pruebas. ¿Qué hacía un vehículo Vespa allí? No se debió a que los organizadores de la prueba hubieran admitido temporalmente la participación de motos (algo que nunca hicieron) ¡qué va! Lo que ocurrió es que el equipo Vespa se presentó con cuatro coches propios. Porque los hubo. Unas pequeñas y ligeras berlinas con pinta de Seat 1500 menguados, como si hubieran sido echados a lavar con un programa inadecuado. Realmente, los coches habían sido fabricados por la filial francesa ACMA (Ateliers de Construction Motocycles et Automobile), perteneciente al fabricante italiano de scooter Piaggio. Dichos talleres produjeron pequeños vehículos Vespa entre 1957 y 1961, alcanzando la cifra de 30.000 unidades. El motor era un bicilíndrico de dos tiempos y 400 cm3, en disposición y tracción traseras.
El rally se celebró, como es habitual, en enero, en pleno invierno. Invierno nórdico en su punto de salida, recorrido por el norte de Europa y etapas finales cronometradas en los Alpes. Todo un desafío. De los cuatro vehículos Vespa que tomaron la salida, lograron terminar el rally tres. Dos de ellos acabaron rebasando el tiempo máximo establecido: un exceso de una hora en 3392 km. El otro terminó en tiempo, algo de gran mérito para su categoría de coches de menos de 1000 cm3. Aunque, lógicamente, bastante retrasado en la clasificación, acabó superando a una veintena de equipos de los que lograron terminar a tiempo, la mayoría de ellos de mucha mayor cilindrada. Por cierto, el vencedor fue un modelo muy icónico: un Citroën DS, apodado en España Tiburón.
«En la salida, los espectadores y los demás competidores se reían de nuestra audacia. A mitad de recorrido nuestros rivales empezaron a observarnos con interés. En la meta nos llovieron los aplausos». (Comentario incunable de uno de los pilotos de Vespa). En: Atlas ilustrado Vespa. Susaeta. Madrid, 2018).
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Publicidad Vespa presumiendo del XXVIII Rally de Montecarlo. (Imagen: car.bohnmas.com). |
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Otro de los participantes. (Imagen: rallyemontecarlo1959.a.r.f.unblog.fr). |
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Recorte de prensa de la época en plena acción sobre asfalto nevado en el puerto de Granier. (Imagen: spiritracerclub.org). |
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Juan Manuel Fangio posando a los mandos de una Vespa. (Imagen: spiritracerclub.org). |
Aquel modelo de cochecito, que finalmente se dejó de producir por las presiones de FIAT, al considerarlo competencia directa de su 500, logró otras hazañas. En 1958 se unió (me ha parecido entender que tarde y a través de un itinerario de ida algo diferente) a un raid París-Moscú (regreso incluido). Al año siguiente, relacionado con el conflicto de independencia de Argelia, tres Vespa 400 escoltaron a una Vespa en una misión especial (con gran carga simbólica) para rescatar un bidón de gasolina y traerlo intacto desde Argelia hasta París. Quizás en el futuro me dé por ahondar un poco en tan bizarro asunto. Pero aún hay más, en 1960 un 400 participó en el Rally de la Provenza, el cual incluía la ascensión al Mont Ventoux, sobre la que, tanto el Tour de Francia como yo mismo, podemos dar fe de su dureza y exigencia.
Ya en tiempos actuales, el expiloto de rallies Bruno Saby (ganador del Rally de Montecarlo de 1988 a los mandos de un Lancia Delta Integrale HF) participó con un Vespa en un rally histórico invernal en 2018. Y la pareja C. Agostini y P. Delliere lo hicieron, en 2009, en el Rally de Montecarlo histórico, con salida desde Oslo.
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Bruno Saby en plena acción reciente sobre un Vespa en un rally alpino para clásicos. (Imagen: autohebdo.fr). |
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Ejemplar Vespa 400 que participó en un Rally de Montecarlo actual para clásicos. (Imagen: eurooldtimers.com). |
Otra vuelta al mundo.
Cambiando de tema… en una entrega anterior de estos archivos conté un poco la historia de un par de jóvenes españoles que dieron una vuelta al mundo en 79 días a lomos de una Vespa. Tiempo después, me llegó la noticia de que un alemán, Markus Andre Mayor, hizo algo semejante, con posterioridad y con algunas diferencias. Empleó 80 días. Por lo visto hubiera acabado en 76 pero, pasando por Valladolid, le gustó el ambiente de los bares y decidió quedarse unos días allí para comer jamón ibérico y beber vino de Ribera. Tonto no era el tedesco. Aparte de que viajaba solo, así pues, con la mitad de peso, no completó su periplo en una Vespa sino en tres. Mis fuentes no aclaran bien por qué ni cómo lo hizo, aunque imagino que las fue relevando en tres grandes fases durante el recorrido. Una de ellas, según he interpretado, para cruzar los EEUU.
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Markus Andre Mayor en plena vuelta al mundo. (Imagen: motorpasionmoto.com). |
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Icónico retrato de su Vespa typical Spanish). (Imagen: motorpasionmoto.com). |
De nuevo en la literatura.
En cuestión de literatura, me he topado con otro texto de autor de prestigio en el que una Vespa aparece con cierta simpatía. Si las cuentas y la memoria no me fallan, creo que he leído ocho obras de John Steinbeck. Entre ellas no están sus quizás dos novelas más famosas (las cuales, sin pretensión de eludir su lectura, sí que conocí a través de sendas películas), pero sí podría dar cuenta de un repertorio que incluye novelas breves, otras de cierto carácter costumbrista contextualizado en su California de procedencia, otra más de temática medieval y un par de libros de viajes. De estos últimos, uno resulta original, Por el mar de Cortés, porque da cuenta de un periplo náutico a bordo de un pesquero; mientras que el otro, Viajes con Charley en busca de Estados Unidos, casi ha acabado convertido en un modesto clásico de la literatura de viajes, en especial dentro de un hipotético subgénero de los viajes de carretera, y, se me antoja a mí, en una muestra pionera de lo que actualmente parece amenazar con convertirse en una plaga más de movilidad: el turismo de autocaravana.
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Ranchera con complemento autocaravana original que utilizó John Steinbeck durante su viaje por los EEUU acompañado por su perro Charley. (Imagen: justacarguy.blogspot). |
Lo que desconocía cuando llevaba leídos (en épocas de mi vida muy distantes) siete de esos ocho libros, era que una Vespa aparecía en una novela de crítica político-social, narrada en clave satírica o humorística. Me refiero a El breve reinado de Pipino IV, publicada en 1957. Aunque la novela es cómica, breve y aparentemente desenfadada, su contenido es mordaz, agudo y sorprendentemente vigente para los tiempos que corren. Pese a que en algún momento, desde que se escribió hasta ahora, haya podido parecer que perdía actualidad, considero que, con el cambio de siglo, su vigencia parece verse espoleada de modo inaudito. En el texto, Steinbeck arremete con sorna contra toda la clase política, la financiera, la empresarial, las grandes riquezas americanas (del norte y del sur) e incluso, aunque con mucha mayor suavidad, la ciudadanía en general. Lo hace con acierto porque, por si fuera poco, es capaz de atinar con la forma de ser de la sociedad francesa, a la vez que la novela es perfectamente exportable a la idiosincrasia de cualquier otro país occidental. Durante su lectura no he podido evitar recordar uno de aquellos singulares aforismos que conocí a través de mi padre (ignoro si eran propios o ajenos): que España es una monarquía con vocación de república, mientras que Francia una república con vocación de monarquía.
El papel de la Vespa en el relato es breve y, aunque no demasiado detallado, está cargado de simbolismo. El uso de esa Vespa desprende una imagen de pueblo llano, de modestia, de libertad e independencia, de anonimato y de placeres sencillos. Todo ello con pocas líneas, igualmente sencillas, pero capaces de provocarnos las imágenes necesarias para lo anterior.
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Portada de la edición original de la novela de Steinbeck. (Imagen: lwcurrey.com). |
Sicilia, territorio Vespa.
Y pasando ya al ámbito de mis tropiezos viajeros, en otoño, recorriendo una Sicilia afortunadamente exenta de turistas, pude comprobar como las Vespa continúan campando a sus anchas por sus caóticos cascos urbanos. La conducción allí es de locura, con unas actitudes generalizadas caracterizadas, simultáneamente, por ser muy respetuosas con los demás y absolutamente irrespetuosas con el código de circulación o las normas. Y por allí, entre la gente, los coches, las camionetas, camiones y tractores, circulaban libre y despreocupadamente muchas Vespa. De todo tipo. Viejas y cochambrosas, nuevas, de cualquier época… Entre lo más llamativo, un hombre vestido de faena mecánica, con tres descomunales bombonas azules de gas (a ojo, como las de butano nuestras, pero el doble de altas) cargadas en el asiento, detrás de él, tumbadas transversalmente. No me entra en la cabeza cómo podía circular sin mantener un involuntario caballito permanente. También pude contemplar muchísimos motocarros Vespa para diversos usos. Sobre todo, de transporte (algo que abundaba en España cuando yo era niño, y que, actualmente, tal y como se están desarrollando algunos nuevos planteamientos de movilidad urbana, me parecen una solución parcial muy factible para determinados problemas) y otros dedicados a paseos turísticos. Algunos de estos últimos, por cierto, decorados con el estilo típico multicolor y pluriescénico que tradicionalmente aplicaban a los carros de tiro de la Sicilia rural.
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Motocarro turístico decorado al estilo tradicional siciliano. (Imagen propia). |
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Aquí dos ejemplares en Palermo, uno con decoración sencilla. (Imagen propia). |
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Tarjeta de recuerdo en papiro con una Vespa decorada al estilo tradicional de los carros sicilianos. |
Una prueba más de que la Vespa forma parte del paisaje siciliano (¡y de tantos otros!) la encontré deambulando por Palermo. En el escaparate de una galería de arte (o quizás mera tienda de cuadros) había una amplia serie de ellos que eran, claramente, obra de un mismo autor. Todos representaban escenas callejeras locales. No vamos a considerarlas como de estilo fobista siendo actuales, pero sí que mostraban colores muy vivos, incluso ocasionalmente estridentes, así como trazos muy desenfadados. Pero el estilo no viene al caso, lo que aquí importa es que, en muchas de aquellas escenas callejeras sicilianas, alguna Vespa formaba parte del cuadro.
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Romántica escena siciliana al atardecer. (Imagen propia desde un escaparate). |
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Más de lo mismo, aquí en versión nocturna. (Imagen propia desde un escaparate). |
Al sur de África.
Y ya que estamos con arte, muy lejos de allí, nada menos que en la costa sur de Sudáfrica, en la bonita y agradable (aunque no para todos) ciudad de Hermanus, visitando la galería Walker Bay Modern Art (la cual aprovecho para recomendar, porque exhibe trabajos excelentes y variados; su amable gerente se llama Jay Conradie) nos topamos con una obra peculiar. Era un tablero formado por varios tablones longitudinales gastados, sobre el que el artista había pintado un desordenado conjunto de jóvenes y Vespa, algunos en siluetas y otros en trazos. Indagando posteriormente, descubrí que aquello era obra de Richard Scott, artista de la cercana Ciudad del Cabo. El tablero en cuestión formó parte de un proyecto titulado Joyride, en el que la Vespa cobraba especial y permanente protagonismo. Cuando se presentó como exposición lo hizo patrocinado por Vespa South Africa. Se trata de un conjunto de imágenes de lo que él denomina Naïve Pop, materializadas en lienzos, tarjetas, etc. en los que dos modelos jóvenes, una chica y un chico, posan juntos o separados, en diferentes posturas, siempre con una Vespa. Utilizaron dos, una moderna y otra algo más antigua (digamos que de finales del siglo XX). El catálogo muestra las fotografías originales del posado y los trabajos artísticos (sencillas estampas de colores vivos y trazos de línea clara) que fueron derivando de cada una de ellas. Por último, el proyecto se completó con el estampado de 16 ejemplares de Vespa GTS 300 con detalles femeninos sexis.
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Obra sobre tablones de Richard Scott, expuesta en el exterior de la galería Walker Bay Modern Art en Hermanus). (Imagen propia). |
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Ejemplo de uno de los trabajos con foto de partida y resultado final. (Imagen: Richard Scott - www.joyridecollection.com). |
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Otra muestra más. (Imagen: Richard Scott - www.joyridecollection.com). |
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Una de las Vespa 300 GTS decorada por Scott. (Imagen: Richard Scott - www.joyridecollection.com). |
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Otra más. (Imagen: Richard Scott - www.joyridecollection.com). |
El proyecto surgió como idea comercial lanzada por Vespa South Africa, y a la que se unió la firma de lencería Marlies Dekkers, por lo que su objetivo era, por encima de todo, estético y con trasfondo de marketing emocional, algo que creo que consigue plenamente. Interpretación con la que estaba de acuerdo la modelo Brigitte Williers, quien a la postre fue la que mejor parecía haber captado la filosofía del proyecto, una mezcla de estilo, estética, arte, diversión, publicidad, combinación retro-vanguardista y cierta dosis de componente sexy. En definitiva, Neo Pop Art.
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La modelo Brigitte Williers, en uno de los posados, en este caso con otra obra de la serie como fondo. (Imagen: Richard Scott - www.joyridecollection.com). |
Anteriormente, cada vez que daba por cerrado un archivo cultural Vespa pensaba que se me agotaban las historias, anécdotas o contenidos, y que difícilmente volvería a encontrar material suficiente como para redactar más. Ahora ya sé que me equivocaba, que la relación que la Vespa, como máquina e icono, ha establecido con el mundo es tan intensa que ha fecundado multitud de facetas humanas. Por supuesto viajes singulares, historias de vida, inspiración artística, etc. Así que supongo que seguirá surgiendo material para futuros archivos culturales.